El síndrome de dolor vesical es la sensación desagradable (de presión, dolor o malestar) que se produce con el llenado de la vejiga, generalmente en la zona suprapúbica, y que mejora con el vaciado, tanto de día como de noche, generalmente asociada al aumento del número de micciones, a un deseo miccional persistente, y en ausencia de infección u otra causa que lo explique.
Antes era conocido como la cistopatía intersticial, actualmente se prefiere la denominación de Síndrome de dolor vesical.
Puede estar asociado con otras condiciones como son el síndrome de intestino irritable, la fatiga crónica, depresión y ansiedad, fibromialgia, etc.
En muchas ocasiones hay antecedentes de infecciones urinarias. Se debe descartar otras enfermedades como vaginitis, uretritis, inflamación prostática o cualquier fuente potencial de dolor.
La consulta de un paciente con síndrome de dolor vesical lleva un tiempo importante. Se debe escuchar bien al paciente y su dolencia, las características del dolor, la afectación que provoca en su calidad de vida. Sus expectativas y problemas asociados. Se debe realizar una cuidadosa historia clínica, exploración física rigurosa y sistemática, y algunos exámenes de laboratorio y cultivos de orina para excluir otros trastornos. Los métodos de imagen, el estudio urodinámico y la cistoscopia son importantes en la valoración para descartar otras enfermedades que puedan explicar el dolor.
El objetivo del tratamiento debe centrarse en recuperar la adecuada función vesical, evitar periodos de agudización del dolor y mejorar la calidad de vida del paciente. La gestión del dolor es básica y principal en cualquier momento de la valoración. Las terapias iniciales son conservadoras, avanzando a otras terapias en la medida que el dolor y los síntomas no se controlen con los tratamientos iniciales. El tratamiento debe ajustarse a las necesidades del paciente, a sus preferencias y deben ser valoradas las expectativas reales de los resultados.